El calor de la navidad
Hoy como muchos otros días he recibido un trozo de ti, guardado entre el algodón de tus palabras, de la mirada que a veces solo intuyo y lo he puesto a germinar junto a mis más hermosos sueños, para que crezca en mi corazón, entre el amor y la belleza que esconde la libertad de mis sentimientos, sé que de esa forma te harás infinito, como esa amistad que une nuestras almas desde siempre, independientemente de la fecha del calendario que marcó su inicio.
No quiero que pongas tu nombre a la tristeza, quiero que la alegría enjuague las lágrimas que aún humedecen tus recuerdos, quiero que cuando despiertes sientas mi sonrisa en tus labios, para que no alcances nunca más a saborear la amargura de la soledad, de esa que tiñe de oscuridad el arco iris de la esperanza por el presente y la vida que habita en ti, quiero llenarte de mis deseos de paz, para que de tu mundo interior desaparezca la lucha de una vez por todas, quiero porque te quiero amigo.
Seguramente puedas darme muchos motivos para detestar la navidad, sé que me dirás, que si apiláramos, la hipocresía, la soledad, el desencuentro, el dolor de las ausencias, el consumismo desaforado, el dolor del olvido, podría construir un nuevo muro que ensombrecería de vergüenza el paisaje de nuestra deshumanización.
Pero yo creo que otra navidad es posible, quizás solo necesitemos sembrar cinco motivos, para que al florecer despierten esos sueños infantiles que un día hace tiempo ya, dejamos adormilados junto con la esperanza de lograr un mundo mejor, siembro los míos en silencio, mientras deseo con los ojos cerrados que crezcan junto a los tuyos.
Gracias por no dejar que se apagará del todo mi luz, eso me ha hecho recordar que todos somos luz en la noche de alguien, gracias por la tuya en mí.
Brisa Urbana
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