A través de un cristal
Estos días están siendo distintos, es como si el tiempo hubiera recuperado su cordura, late a un ritmo constante, ha dejado de empujarme, de llevarme a lugares donde ni siquiera quería estar. Aunque también es posible que lo único que haya cambiado es que he dejado de culparle de todos mis males y de una forma suave pero firme he tomado las riendas de su desbocado tic-tac.
He roto el cristal, he roto muchos cristales, aunque quizás solo hubiera necesitado abrir la ventana o encontrar una puerta, pero lo he hecho, no me siento orgullosa de ello, pero me siento feliz por haber logrado sentir el mar en mi piel y no haberme conformado con sentirlo solo en mi mirada.
Es cierto que la magia anida en nuestros corazones, que todos somos magos de nuestra propia vida y algunos, muchos pocos en la vida de otros, pero a veces ni siquiera nos damos tiempo para aprender, ni siquiera usamos nuestros recursos para lograr nuestros deseos ¿porqué? A veces nos conformamos con mirar detrás de la ventana, con ver el mar a través de ella, sin atrevernos a abrirla, a respirar su brisa a sentir el agua salada mojando nuestro cuerpo, no nos dejamos acariciar por el sol y pensamos que todo eso no nos pertenece, cuando también es nuestro y no se va a agotar por ello.
Gracias por permitirme tocar el mar con el corazón, ha sido tan bonito que cada ola, cada susurro, cada grito ronco de su brutal fuerza, me ha regalado un soplido de esperanza, ninguna brisa marina puede ser comparable a eso o quizás eso es lo que la hace más hermosa.
Gracias por mis regalos de no-cumpleaños.
Brisa Urbana
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